Terminé el trabajo que quería exponer un día antes y, aún sabiendo que iba a ser incapaz de transmitir lo que fui capaz de plasmar en el papel y tampoco sería capaz de leer, no me desaliento; estaba segura que me ibais a entender pues conocía la calidad humana con la que me iba a encontrar.
Y así fue, me entendisteis perfectamente, me acogisteis y expresé como pude lo que quería contar y se esfumaron mis limitaciones.
Aquí en el encuentro, surgió la magia de la hermandad y abristeis los corazones, la universidad del "ser", del sentir y del amor le ganó al del conocimiento abstracto.
Se dio el apoyo mutuo, Sofía me prestó su voz, leyó como si hubiese sido ella la que había vivido lo narrado; se le quebró la voz, no solo leía, me agarro mi mano, yo apreté la suya, nos miramos con ojos humedecidos y la sala enmudeció, el silencio se rompió con unos aplausos y silbidos, me hizo saber que lo vivido, lo que tanto trabajo me había costado "escribir", había calado; la voz de "los que quise que estuvieran presentes" se escuchó.
Gracias compañeros y compañeras.
Un abrazo fraterno.
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