Hay que recordar que en mayo de 2009 la OMS cambió el significado de pandemia, y donde antes era: “infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada”, ahora no es necesario que la infección porte la característica de “mortalidad significativa”.
A partir de ese momento, la estrategia de prácticamente todos los estados del planeta es la misma con algunas diferencias: decreto de estado de alarma con confinamiento de la población civil en sus hogares, con cierre de comercios y ciertos servicios públicos. Algunos países, como España, deciden aplicar medidas especialmente tajantes, ni siquiera permitiendo a sus ciudadanos salir a dar un paseo, a hacer deporte o a tomar el sol. Por el contrario, otros países, como Suecia, deciden no enfrentar la pandemia mediante la cuarentena.
De la noche a la mañana, se nos presenta un escenario insólito, las calles se vacían en respuesta al toque de queda y el miedo se expande a medida que se difunde la noticia de que nos asola un virus mortal altamente infeccioso. Tal es la versión de los medios de comunicación que, todos a una, adoptan un discurso único con matices muy superficiales, y mediante un tono profundamente alarmista aluden a la responsabilidad de las personas, que consiste en encerrarse en sus casas y poco más. No ha habido posibilidad de debate ni se ha dado voz a quienes tienen una postura diferente, llegando incluso a la censura explícita, pisoteando así la libertad de expresión. Se convierten de esta manera en únicos poseedores de la verdad, haciéndose eco de la palabra de los “expertos”, en realidad silenciando a muchos de ellos y desvelando lo que se acomoda a sus intereses. Por si esto no fuera suficiente, el Real Decreto 463/2020, del 14 de marzo, obliga a todos los medios de comunicación social, de titularidad pública o privada, a insertar anuncios, mensajes y comunicaciones provenientes de las autoridades competentes.
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